miércoles, 20 de marzo de 2013

El alquimista


Eres agua,
cristalina en sentimientos,
caprichosa por momentos y
fresca cual manantial.

Eres tierra,
en paz y fértil,
de carácter fuerte
y noble naturaleza.

Eres viento,
tornado ante mis ojos,
susurro en madrugadas,
viento que caricia mi piel.

Eres fuego,
quemando mi garganta,
cada que pronuncio tu nombre
y cenizas que me hacen renacer.

Yo soy un alquimista,
que te estudia de lejos,
te quiere de cerca
y busca la manera de hacerte entender.

Quemando puentes


Era un martes. Alrededor de las 21:57 horas. Centro de Monterrey.
Había sido un día terrible, empezando por la madrugada previa. Existe un término muy popular en mi mundo, por así decirlo. “Quemar puentes”.
Hace algunos años en una diminuta aula de cierto call center, nos proyectaron una película que trataba de las utilidades diversas de nuestros amigos los puentes. Nos decía que los puentes son la máxima expresión de una convivencia social, de una interacción con nuestro prójimo y una herramienta útil desde los principios hasta los terminales momentos de nuestra vida. Todo muy figurativamente, por supuesto.
Bueno, ya habiendo esclarecido tal representación, reparo a la idea original.
Había decidido tomar una vuelta por aquellos barrios del Centro de Monterrey, el verdadero Centro, ese Centro que la mayoría no concurre a altas horas de la noche, ese Centro que tiene manchas en el pavimento que despiden olores ácidos y que lijan los adentros de las cavidades nasales. El lugar es un reverendo asco ¿Ok?
Para esto, tenía que tomar el siempre eficiente y barato transporte público. Tenía mi copia de “Fight Club” en mi mochila, tomé el camión y me senté a la mitad del mismo. Siempre pegado a la ventana por eso de que me den ganas de inventarme historias.
Leí unas páginas y empuñe mi marcatextos. Resalté algunas frases, otras decidí obviarlas.
De repente ya estaba en el Centro. Apenas descendía del Ruta 1 cuando me ataca la conciencia. Probablemente ya es demasiado tarde y no conseguiré camión de regreso, aparte hay que trabajar mañana. Por otro lado, mi necesidad de quemar puentes, enjuiciarlos, ejecutarlos y anunciarlos es demandante. Palpo mis bolsillos y sé que tengo lo suficiente para regresar en taxi a casa.
Ahora sí, llego a ese maldito Centro, las calles son tan oscuras como las historias de las personas que las habitan. Las mujerzuelas inundan los pasillos, se ofrecen por un módico precio, mallugan a su cliente en potencia y cuando son ignoradas simplemente  regresan arrastrándose a la oscuridad que las mantiene en celo. 
Sigo caminando por un par de cuadras más, despacio saco la cajetilla de cigarros y un encendedor con la leyenda “OXXO”. Estoy volteando a todos lados mientras el humo cubre mi cara. No es pánico ni miedo, simplemente estoy escogiendo al primer puentecito que voy a chamuscar.
-Oye amigo ¿tendrás un cigarro que me regales?-
Nunca he sido tacaño con los cigarros, un cigarro regalado es como regalarle un clavo a un ataúd. Pura pinche cortesía.
-Claro, ten-
-Entra compi, está chido el lugar. Chingos de viejas, bien putas todas.-
-¿Cover?-
-No- ya estaba pidiendo mi segunda caguama antes de que él terminara la monosílaba.
Cuando entré al lugar me di cuenta que estaba repleto, llenísimo, hasta el tronco de puros puentecitos.
 Saqué otro cigarro y pedí una caguama Carta Blanca, es claro que el lugar es de precios populares. Apenas llega el mesero con la caguama y un vasito de unicel cuando ya estoy listo para empezar a incendiar gente, digo, “puentes”.
-Son 36 pesos-
-¿Me abres cuenta?-
-Aquí no hacemos eso-
-Bueno, ten- Me levanto de la silla y saco de mi bolsillo derecho un par de billetes de veinte.
-Ahorita le traigo la feria- sé que no volverá, los meseros de esos lugares tienden a hacer la misma jugada. Les das la mano y te quieren manosear hasta las nalgas, aunque sean de hombre. Cínicos.
Se va y me deja disfrutar del espectáculo. No hay mucho que  ver. Estoy siendo inexplicablemente sincero. Eso de la honestidad no se me da mucho.
A la mitad de su cerveza uno de los individuos jadeantes que se encontraba a mi lado izquierdo me mira detenidamente. Estoy seguro que quiere algo pero no sé qué.
-¿Me cuidas la silla? voy al meadero-
-Ya que-
-Pinche mamón- como quiera se levanta confiado en que guardaré su lugar. Hubiera dado lo mismo que aplicara la mítica “tachita de oro”.
-¿Está desocupado?- se acerca otro individuo, este jadea más y hasta estira las manos para tentar a las chicas.
-Si no hay nadie, no está ocupado-
Se deja caer en la silla y da un trago grande a su “caguamon” sin soltar prenda de las chicas que bailan frente a él.
-¿‘ta bueno el pedo verdad?- me dice sonriente, por mi parte, solo encojo los hombros y tomo de mi cerveza. Lo único bueno del lugar.
-¿No te gustan las viejas o qué?- rebuzna como si estuviera en celo. Jadea más.
-No, me gustan bigotones y panzones como tú- la chica sobre la tarima se ríe, ella me entiende.
-¡Puto maricón!- se levanta de la silla y la golpea con la mochila llena de cemento y agua que carga en el hombro.
Call me!-
-¡JAJAJAJÁ! que bueno que se fue, se la pasa agarrándonos todo el cabrón. ¿Me das un cigarro?- always a catch o, por si no se han lavado el nopal de la frente, siempre hay algo que te jode o te hace resbalar.
-Lo siento pero estos si son de los que dan cáncer y pues ya estamos muy empinados como para que contraigas cáncer también ¿no crees?-
-¡Vete a la verga!-
-¿Está bonito allí? Se ve que has corrido mundo- ahora resulta que las mujerzuelas mandan a la verga. Mañana los limpiabrisas de crucero nos dirán que no quieren dinero y se quejarán con su familia de nosotros porque los obligamos a jodernos los carros.
Es inexorablemente cierto que los infortunios de unos son los chistes en la peda de otros.
Ya voy en la segunda caguama cuando siento la necesidad de vaciar mi vejiga, lo cual resulta muy molesto pues el baño está del otro lado del congal y no estoy de humor para caminar. El camino está lleno de baches… humanos pero baches en sí. Mi encendedor me está haciendo cosquillas y no de las buenas. Llego al sanitario y me encuentro con el típico vendedor de papitas, botanas y chicles. No tengo nada en contra de él. Hago lo que fui a hacer y al regresar le doy una moneda de cinco pesos y le pago unos charales de a diez la bolsa, tiene un trabajo muy humilde y respetable. Regreso a mi lugar para encontrar que las chicas, todas ellas, se encuentran en subasta. 100 míseros pesos por 3 minutos y si andas extra caliente te la dejan 5 minutos por 150. Un gangón si me preguntan. Eso si no les importa el olor a barato y, por supuesto, el mal gusto en la música. ¿Qué si quiero escuchar a Wisin y Yandel? No gracias, yo no me alimento de croquetas.
La subasta de pieles no va como pensado y dejan a las chivas pavonearse por 7 minutos más, algunas hasta bailan con sus colegas al ritmo de los Cardenales de Nuevo León. Creo que era la melodía de “Belleza de cantina”, puede que me equivoque pero lo dudo. Se me acerca un par de ellas y negocian un trato conmigo: 200 pesos por las dos. ¿En serio? ¿200 pesos?
-Entonces ¿qué dices mi amor?- me pregunta la más voluptuosa y mi cabeza me dicta que es un tipo de artimaña. Yo creo que te las ofrecen en pares: una más o menos y otra menos o menos. Te venden a ilusión de un trio cuando realmente estas comprando un dúo y cualquier pinche cosita más.
-¿Baile, palo o ambas?- realmente no buscaba una respuesta.
-Baile-
-No, pero gracias. Quizá alguna otra mala decisión después- el “ahí ‘pa la otra joven” de los tugurios.
-Somos de las buenas, corazón-
-Podrían ser de las malas también; no sean condescendientes-
-No te entiendo mi vida- ya van tres expresiones de cariño y eso es porque, según yo, no quieren saber mi nombre. Lo cual es medio decepcionante, mi nombre es bonito.
-No espero que entiendas mamacita- JAJAJAJÁ les juro que se escuchaba mejor en mi cabeza. Algo.
-Bueno, pues te quedan 2 minutos para decir si sí o si no- me levanto con una sonrisa, tomo de mi cerveza y les digo que tengo que ir a la otra mesa, que hay mejor ganado en ella.
La verdad no vi sus reacciones, pero sentí que les había pegado en el ego; acorde a mi manera de ver las cosas, a una puta le duele que otra puta sea más puta o mejor puta que ella. “Más” no quiere decir “mejor”. Es algo así como decirle a un hombre que prefieren estar con otro hombre porque tiene una cartera más gorda y jugosa. Lo cual también es un argumento bastante culero para describir un pene. O sea, duele recibir ese tipo de cagada verbal, sea verdad o no ¿ajá?
En fin, se acaba la presentación y 6 clientes convencidos después, llaman a la siguiente fémina a danzar frente a los espectadores. Anhelantes todos, humeantes todos.
Ya llevo 3 cervezas de tamaño familiar cuando siento una mano pesada que se apoya en mi hombro. Me pasan mil cosas por la mente: el esposo de una de las chicas, el novio de una de las chicas, el papá de una de las chicas, el dueño del local, una chica gorda, una chica con manos de hombre, lo cual es más terrorífico que las demás opciones; de todo ¿ok?
Les prometo que no me asuste pero si llegue a pensar que me iban a caer a golpes. Para mi sorpresa era el tipo de las botanas del baño. Me dijo que una chica me mandaba una nota. Me la dio y se retiró. La nota era un papel de baño con un nombre y un número.
No supe que hacer. Pensé en tirar el papel, no quería ser de esos que se enredan con una mujer de cascos ligeros y terminar regalándole mi dignidad para que la usara como cinto de castidad. Digo, dicen que encuentras el amor en lugares poco ortodoxos a la hora menos adecuada. Digo, también se dice que al que madruga Dios lo ayuda y ayer atropellaron a una señora que se levantaba a las 5 de la mañana todos los días. La atropello un camión de ruta, de esos que empiezan a las 4:30 de la madrugada. No veo ayuda alguna por ahí. Y la busqué créanme.
Decidí mandarle un mensaje que decía: “Hola. Bye.”. Creí que no me contestaría. Lo hizo. “Hola. Bye.” y una carita feliz. Al parecer tiene sentido del humor. Me dijo que su nombre era América pero que todos le decían Amy, que tenía 27 años y vivía sola. No sé si era una invitación a que la acompañara, pero no iría a su casa. Treinta y algo minutos después me manda otro mensaje y me dice que la vea en el baño. El dueño ha de ser europeo, los baños son unisex.
Llego y no veo a nadie así que me dirijo a los mingitorios. Estoy concentradísimo en joder el cigarro que está nadando en aguas turbias cuando siento que me estrujan un glúteo.
-¡Hola!- me ayuda a apuntar.
-¿Qué onda?- incomodísimo.
-¿Cómo te llamas? Soy Amy- pues no es Emma Stone pero tampoco “La chimoltrufia”, se ve decente y usa una pulsera que dice: I love HardRock en la mano derecha y una que dice SEXnVIOLENCE en la otra.
-Me llamo Primitivo- no se rían, si es nombre de verdad. Ella si se ríe.
-Me gustas mucho, neta. ¿Me pagas una copa?- chalupa y buenas y la chingada.
-No-
-¿Por qué?-
-No traigo dinero, aparte ya ando medio pedo- insiste en sacudir hasta la última gota de orina. Dos es higiene, tres es chaqueta. Imaginen las siete que me dio.
-Gracias por la ayuda- salgo y tomo lo que queda de la botella. Pasa un mesero y le pido otra.
Pasa el tiempo y el mesero llega con la cerveza, un vaso con limones, un bote de sal, una Corona de cuartito y Amy bajo el brazo. Me las va pasando una por una, como cajero de supermercado. Amy, por supuesto, sale de atrás de él. ¡Pinche Houdini, eres grande!
Le pago solo mi cerveza y se queda con la mano extendida.
-¿Si?-
-Le falta joven. Lo de la señorita-
-No, ese ya lo pagó. Lo pagó en la barra- Amy lo corrige y se sienta en mis piernas. Me calan sus pompis con mis llaves. Vemos como se retira el mesero e inmediatamente Amy me da un beso en la boca. Sabe a alcohol pero ya de cruda, o sea, mejor vomítame en el esófago.
-¿Pues cuál es tu pedo? No te quiero aquí-
….

Y así empezó algo así como una casi relación pero sin ser relación. Duró como 8 meses.
Resulta que me cansé de tener que ir por ella a los bares de mala muerte en donde le seguían la susodicha y sus compañeras de trabajo. En más de una ocasión pensé que me iban a matar y en muchas más pensé que me iban a madrear solo por ser “mejor que los demás en la cama”. Ni soy tan pinche bueno, la verdad. Creo.
Ese día empecé “quemando puentes” y me quemé también. Lo haría otra vez y unas diez veces más. De hecho, creo que ya toca.
¿Qué día es hoy?



lunes, 18 de marzo de 2013

Guerras


¿Qué ha quedado de esta guerra humeante y muda que vivimos tú y yo? Recuerdos que dan sus últimos suspiros, miradas que se mueren bajo los escombros de los edificios que nuestros besos alguna vez edificaron.

¿Dónde quedó ese cariño que nos prometimos bajo esa furia ensordecida? En las futuras canas de nuestros cabellos. En la narrativa de Mario Benedetti que alguna vez te dediqué. En las madrugadas frenéticas que consumimos  como pan y vino.

No me importa que me exilien de tus tierras, me importa que tus paredes, tus suelos y tus casas no me recuerden.

Y te veías hermosa


Tus ojos se reflejan en los míos. Nuestras manos se enredan entre sí. Tenemos sólo una noche para ser de nosotros. Mañana ya no estaremos aquí, en esta dimensión hermosa y de bárbara generosidad. Te digo que te quiero, lo digo como un suspiro. Lo digo en tu oído derecho, casi como una oración, como un himno. Te  beso en la frente y te lo vuelvo a decir. Lo dices y me abrazas, tus uñas arañan mi espalda. Nos fundimos en un beso tan eterno como un segundo. Un beso que nos quisimos dar tantas veces, un  beso añejo. Nos apuramos a desvestirnos, las capas superiores son las más fáciles. Desatamos nudos, rasgamos tela, rompemos hilos y los botones de mi camisa vuelan por el aire caliente entre nuestros cuerpos. Me arrodillo para besar tus piernas y bajo tu falda con cuidado, acaricio tus tobillos y levanto tus pies del suelo para desechar el pedazo de ropa ya en el suelo. Al fin lo logramos, estamos semidesnudos el uno del otro. Sonríes tímidamente y yo sonrío para darte confianza. Tu respiración se agita más y más conforme voy acercando mis dedos a los tirantes de tu sostén, tu mirada los sigue hasta que hago contacto con tu piel. Tiemblas un poco y volteas a verme de nuevo, pero yo estoy embelesado por el matiz de tu piel y la suavidad de la misma mientras la recorro. Te vuelvo a besar mientras deslizo el otro tirante de tu sujetador. Camino hacia tu espalda y te abrazo, tu pie izquierdo acaricia mi pierna izquierda, me coquetea moviéndose hacia arriba y abajo. Desprendo los ganchos de tu sostén mientras repaso mis labios por tu cuello, rozando tu piel despacio. Te das la vuelta y tu  cara queda frente a la mía. Tomas de mano y la sitúas en tus mejillas, te sonrío de nuevo. Una sonrisa de amor. Te veo directo a los ojos como aquella primera vez. Lo que siento por ti no envejece. Juego con mis dedos a recorrer tu cabello, limpio el sudor de tu frente con ellos, atravieso tus mejillas sonrojadas y te tomo de la barbilla, levanto tu cara y te beso de nuevo. Nos hacemos el amor sin hacerlo. Me abrazas y permanecemos así por unos segundos. Un par de vidas, si gustas. Te despegas de mi pecho para decirme que me quieres. Lo dices con solemnidad. Te creo, te creí y siempre te creeré. Nos besamos de nuevo y nos tocamos, no somos torpes sino acertados. Paso saliva mientras me tocas. Estiras tu cuerpo mientras lo hago yo. Tu vientre es mi templo. Lo honro y me honra. Tus pechos son como nubes, tu cuerpo es el cielo. Ya acostados en la cama, nos tomamos de las manos, que se tienden por encima de nuestras cabezas, tentando la pared tiroleada y de color blanco. Nos queremos bajo la luna. Experimentamos sentimientos nuevos. Y durante el clímax, tristemente, llega la realidad. Me encuentro en esa cama y bajo esas sábanas, esas sábanas que estrujabas en placer. Recostado en la almohada, esa almohada que olía al perfume de tu cuerpo. Y todo fue un sueño. Te hice el amor en un sueño. Y te veías hermosa.

Andrea (Revised)

Me encuentro solo y con la necesidad de un trago.
Me encuentro borracho y con la necesidad de una mujer.
-Me llamo Andrea- realmente no me importaba su nombre. -Sube al carro- le respondí, manejé hasta que su habladuría cesó, la banalidad de su plática era tan agonizante como los sentimientos de vacío, incertidumbre y asco que se pavoneaban por mi estómago.
Al entrar al cuarto del motel elogió los espejos en la pared y en el techo, se revolcó en la cama y miró la interminable lista de canciones en mi celular. La música siempre es fiel compañera de cuarto.
-¿Eres músico?- volví la mirada hacia ella. La foto de mi guitarra Gibson Les Paul en color negro y yo servimos de pantalla. -¿Eres puta?- no, no lo dije, lo pensé. Dicen que no hay peor ciego que el que se rehúsa a ver, pero no estoy en posición de juzgar, no hoy.
-Andrea, hoy te llamarás como yo quiera llamarte, no hay nadie más que yo en esta habitación y tú eres el fantasma de todo lo que tuve y perdí-. Sus ojos me voltearon a ver, asustados y, sin embargo, su cara tenía un semblante de empatía, comprensión. -Pobre imbécil- ha de haber pensado, no la culpo, en su lugar yo también lo hubiera hecho.
-Dolores- dije y me mira como si fuera un extraño tan familiar, desconozco si por la inmensa carga del nombre o por desconcierto inesperado, pero me miró de una manera diferente, una mirada cansada.
-¿Dolores?-
-Sí, Dolores… ese es tu nombre, así he decidido bautizarte- me muestro autoritario y permisivo a la vez, como un capitán que gira el timón pero desea que sea el viento el que lo lleve a su destino; creo que no se le puede ganar al mar y mucho menos a la mujer.
-¡Dolores!- lo grita, se ríe y me seduce… maldito sabor a vodka que desprenden sus labios carmín, más rojos que el fuego que propone, más peligroso que el juego que dispone, está de más hablar de su cuerpo entallado en ese vestido rosa.
… una figura que promete redención, una sombra en la pared es todo lo que busco.
-No te preocupes, es más normal de lo que crees… ¿es tu primera vez con una cortesana?- ¿cortesana? una cortesana es más que una puta, es una amistad comprada, ella no sería cortesana ni en la edad media, cuando las putas se vestían de nobles para causar una impresión efímera entre los caballeros galantes; es su tipo de mujer la que se escurría por debajo de la mesa real a media mañana solo para enterrar el glande de su predilecto en el paladar… de nuevo no lo dije, lo pensé. Quizás ese es el problema: no digo, solo pienso. Pero no pagué para dar cátedra de la sucia historia de nuestro pasado, pagué para satisfacer la necesidad primitiva e inherente al ser humano, de fornicar. Fornicar sin amor, fornicar sólo porque se puede, fornicar por gusto, fornicar porque sí. Pero no pude.
-Lo siento, aquí tienes tu dinero. Vete y déjame en paz- pero no se fue, había algo que la retenía a mí. La culpa de no ser tan exuberante como ella pensaba que yo quisiera, culpa de no ser tan obscena como lo puede ser, culpa de verme tan quebrantado por una cópula a la que tenía el derecho de gozar, no sé.
Su figura era capaz de escaldar la lengua de cualquier libertino, me atrevería a decir que el santo Marqués de Sad, como uno de los catadores más fructíferos del sexo femenino, jamás se atrevería a mancillar a esta joven.
La inocencia de sus ojos me remite a al pasado.
-¿Quién era ella? ya sabes, Dolores-
-No hay una Dolores y ella era nada-
El silencio taladraba las paredes de la habitación, el techo se nos caía encima y apenas eran las 23:42.
-¿No preferirías irte?- le pregunté de manera torpe.
-No- replicó. No fue un “no” impetuoso, tampoco un “no” quebradizo, fue solo un “no”. -Dame un segundo, no te vayas ¿sí?- y se fue, me dejó solo, pensativo, perpetuando los celos de tenerla y no tenerla. Ahora me doy cuenta que la quiero, no tengo más de 2 horas con ella y la quiero, la quiero toda, la quiero en la cama y fuera de ella, la quiero con ropa o sin ropa, la quiero en la mañana y en la noche (en las tardes solo quiero alcohol y tabaco y el encierro y la foto de Dolores y José Alfredo y más tabaco y más alcohol…).
Veinte minutos después regresa y se disculpa en balde, no me ha ofendido sino lo contrario, me ha regalado tiempo, tiempo para complicar las cosas. Bendita sea su razón, ha traído cigarros, cervezas y un par de chocolates.
Ha llegado cantando, lo cual me devuelve una sonrisa que pensé había perdido.
“-Yo soy como el chile verde, llorona,
picoso pero sabroso…-“
Su voz es increíble, un paseo entre las nubes turbulentas de un sueño etéreo, directo hacia el cielo… infierno de nosotros los impuros. Y sigue:
-“Si porque te quiero, quieres llorona,
quieres que te quiera más,
si ya te he dado la vida, llorona
¿qué más quieres?
¡quieres más!”
Abre una cerveza, me da una y se recuesta en la cama, lleva mi camisa blanca, su ropa interior y anda descalza; sus piernas danzan con el cubrecama, su cabeza queda ligeramente en una posición vertical, el cabello negro recae en sus hombros y dejan ver la piel de su cuello, se me antoja lamerlo hasta irritarlo. Yo estoy sentado frente a ella, al lado izquierdo del diván de madera que soporta la televisión.
En la televisión hay un comercial de fragancias veraniegas para el hogar, fragancias para esconder la pestilencia a podredumbre que despide la raza humana cuando es sedentaria. El jardín de la casa se ve bonito.
 -¡Quiero un jardín igual a ese! con muchas flores y un perro y mis hijos, dos niñas y un niño: Leo, Susi y Dolores.- ¿Recuerdan la risa pícara que le lanza una colegiala a su profesor de Ciencias Sociales al momento de regresar el examen totalmente en blanco? esa es la mirada que disparó al momento de decir Dolores, precedida por una pausa por supuesto.
Continúa.
-Un marido no tan bien parecido pero con muchas ganas de coger, mmm… quiero ser una ama de casas ejemplar, llevar a Leo a su práctica de soccer para que los viejos me volteen a ver y se muerdan los labios jajaja, quiero que mi esposo llegue del trabajo y pueda oler la cena desde el porche, quiero enseñar a mi hijas a maquillarse para su baile de graduación, quiero…-
-Quieres muchas cosas- interrumpí -¿por qué quieres todo eso?-
-Eso es lo que se supone que debemos de querer ¿no?-
-Si quieres ser conformista, adelante.-
-Tú, ¿qué quieres?-
-Sólo quiero tomar hasta quedar dormido.-
-Y eso no es conformismo.- afirma en tono sarcástico.
-No, no vivo a las expectativas de nadie, no persigo una meta en mi vida, no necesito rendir cuentas a nadie, nadie espera nada de mí, entonces ¿Cómo puedo ser conformista si soy un ente totalmente separado de la sociedad?-
-Pero entonces, si no persigues meta alguna ¿acaso eso no te hace conformista?-
-Eres conformista cuando no persigues metas o te resignas a no seguir en la jodida empresa de perseguir lo que no vas a obtener, en eso tienes razón, pero yo no persigo metas porque no las necesito.-
-¿Por qué no las necesitas?-
-Porque solo quiero tomar hasta quedar dormido.-
-¿Eso no es una meta?-
-No, es una realidad inevitable.-
-¡Ah! ¿Por qué mejor no cambiamos de tema? Ven aquí- rebota la palma de su mano contra el cubrecama, exactamente a su lado derecho.
Sé que quieren que vaya hacia a ella, me siente a su lado y le devuelva la sonrisa, pero no.
-Te estoy esperando- me dice. De repente, esa sensación fría en mi columna.
-¿Ya te expliqué el hecho de que todos somos química?- la cuestión no es ir hacia ella, sino evitarla a toda costa.
(Dolores…)
-¿Química?, ¿Cómo qué?-
-Sí, mira, todas las funciones de tu cuerpo están basadas en simples reacciones químicas: cuando respiras, cuando comes, cuando la comida se convierte en mierda, cuando llegas al éxtasis en el sexo, cuando no lo haces y te frustras, cuando te enamoras, cuando te…-
-¿Escuchas eso?- su mirada se torna hacia la puerta.
-No- la sensación fría se vuelve caliente y espesa.
-Yo tampoco- es obvio que quiere terminar con mi balbuceo.
Es estúpido, lo sé, pero su treta me hace reír. En parte me recuerda mi niñez, cuando la estupidez más grande era el chiste de la semana y no podía esperar para repetir tal acción frente a mis amigos una y otra vez.
-¿Cuántos años tienes?- me acerco a un tema demasiado personal, para un puta es mejor recibir un balazo en la cien antes de responder esa pregunta. Debemos entender, como personas ajenas a su estilo de vida, que la pregunta involucra una angustia laboral, no quieren ser demasiado jóvenes para ser ilegales ni tan viejas para ser obsoletas.
-¿Cuántos quieres que tenga? o mejor aún ¿Cuántos tiene Dolores?- sabe que toca fibras sensibles, como si la pregunta misma cortara el aire cual cuchilla hace lo propio con la garganta.
-34- literalmente me muerdo un huevo cuando le digo; regresa esa sensación de frío.
-¿34?- maldita puta prejuiciosa.
-¿Cuántos años tienes tú?- la pregunta del millón de dólares ahora no vale ni la flema de un moribundo.
-25-
-Ok. La conocí en el trabajo, estaba casada y tenía una hija. Tuvimos nuestros momentos hasta que… -
-Lo siento-
-¿Por qué?-
-Murió, ¿no?- sabe reconocer el tiempo pasado del presente, 10 puntos.
-Sí, murió- junto conmigo.
Detrás de una historia triste siempre hay un desfile de sentimientos encontrados: el “qué bueno que me pasó” y el “qué mal que se terminó” no porque así lo queramos, sino porque el ser humano es tan ambiguo que le parece simpático tener que tropezar con los mismos sentimientos que juró dejar atrás en la primera caída.
Eso era lo que me pasaba con Dolores, a pesar de terminar con todas ganas de vivir y abrazar la idea de un suicidio sucio y vago, no quería morir; no ahora, no teniendo a mi nueva Dolores entre los brazos, así como la imaginé en ese momento cuando al momento de confesar que la original Dolores había muerto junto conmigo, tomé de la mano a mi nueva compañera. Podemos culpar a la cerveza y la nostalgia como cruel desertora de aquella mentalidad que nublaba mi razón, y hablo en plural porque eres tan culpable tú, querido lector, como yo de mi sufrimiento y abandono.
En fin, la tomé de la mano y juré quererla como si fuera la Dolores de hace tiempo, como si hubiera rejuvenecido y convirtiese en esta magnífica perla a punto de reventar su belleza inverisímil en esquirlas, todas apuntando hacia mí.
Entonces es cuando me entran las ganas, ganas de poseerla como si fuera la última mujer en el mundo, como si yo fuera su único Dios y ella mi única Eva. Le prometí un ritual erótico, una danza grosera, irracional por derecho, impulsiva y malcriada. De nuevo era la persona que ella conoció en ese carro, esa persona fría e insensible. La ordenaba y ella se sometía a los más bajos placeres del deseo carnal, protocolos arcaicos de la famosa “Pirámide de necesidades básicas”.
Después de la tormenta viene la calma dicen los grandes sabios. Yo digo que traten de calmarse con una fémina impura entres sus piernas y veremos quien contrae los dedos del pie primero.
La nueva Dolores duerme, no quiere mi dinero sino mi compañía; seguro se hubiera retirado sin follarme si no fuera así. De nuevo traicionando la buena voluntad de mi soñadora.
Dolores: sexo eres y en sexo te convertirás… por los siglos de los siglos profanos. Amén.
Me desperté por la mañana, creo que debí haber dormido un par de horas. Nueva Dolores ha de haber despertado por lo menos unos 40 minutos antes y de muy buen humor debo reconocer, me levantó el olor a hamburguesa con queso y la destellante sonrisa de mi  mujer.
-¡Buenos días amor! ¿Cómo dormiste? ¿Descansaste? ¿Tienes hambrita?-
-Buenos días, bien, algo y sí.-
-Ten, nada mejor que un buen desayuno motelero para empezar el día jajaja; una hamburguesa con queso con jugo de naranja y vodka, por aquello de las tendencias suicidas por ahí de las 10:30 am.-
-Jajaja, no se aceptan suicidios hasta después de las 18:00 horas, son políticas de la empresa… por así decirlo.-
-Mmm… 18:00 horas, ¿Horario de oficina? ¿No se supone que una hora después de la salida todavía se considera “accidente laboral”?… Ay, que estúpida, olvídalo ¿Cuando en tu vida has escuchado de suicidios “accidentales”, verdad?-
-No eres estúpida… en el peor de los casos eres oportunista y de las cabronas, que no es necesariamente un mal, al menos no uno perjudicial, aunque suene a que te quiero contar las muelas.-
-Pues a mí se me hace que tengo cuatro, no suelo contármelas jajaja.-
Así comimos, entre risas, miraditas y las caricias innegablemente intencionales al alcanzar las papas fritas. Muy rico todo por cierto. Aplausos, reverencias y ovación de pie para el chef del maravilloso y distinguido motel 2 estrellas y una carita feliz en el que estábamos hospedados.
-Oye Carlitos… bueno Carlos ¿sabes cuál es la diferencia entre una alcancía y un escote?-
-No, ¿cuál?-
-La alcancía te incita a ahorrar el dinero y el escote te incita a gastártelo jajaja.-
Escupí el vodka en el piso y casi me ahogo de la risa, la garganta me ardía como si la carcajada fuera una lija haciendo fricción con el combustible del alcohol, pero valió la pena… no me esperaba ese chiste, aunque ella fuera puta… quizás hablaba por experiencia lo cual me caía en más gracia.
-¿Sabes en que se parecen una alcancía y un culo?- le pregunté
-No, dime- y me miraba con los ojos dilatados y una sonrisa esperando a explotar.
-En que no importa cómo, qué tanto ni de quién pero el dinero siempre pasa por la ranura.-
Lanzó una carcajada alborotada y me grita que me ama. La amo también. Sí, en una jornada tan pequeña pero más reveladora de lo imaginado, nos dimos cuenta que nos amamos, nos pertenecemos y correspondemos el calor del uno por el otro. Nunca fue una historia de amor o al menos no queríamos que así pareciera pero, aunque se ignore, el amor es un eslabón fundamental de toda interacción humana. Sobre todo si esa persona es lo único que te queda ¿ajá? Porque recuerda que yo ya no tenía nada cuando llegó este torbellino a complicar mi vida ya maltrecha, y digo a complicarla porque eso es el sentimiento del amor, por más noble y humilde que sea, es también un hijo de puta… no puta de dinero por sexo en sus diversas y encantadoras modalidades, no, puta de chinga tu madre quedito pero bonito y hasta muy pinche efectivo que hasta le sobra energía para chingar a tu prójimo y al prójimo de éste; efectivo de eficiente y no dinero vaya, con eso de que hablamos de putas, se puede turbar el concepto.
Pero ya estoy divagando, el asunto era que estábamos tan embobados en nuestro descubrimiento que hasta podíamos joder con nuestro futuro sin miedo a hacerlo.
Esa es la resulta de meterte con una mujer como “Nueva” Dolores… ¡NO! una mujer como Andrea. Ella, Andrea. Mi Andrea.
Tuvimos sexo y dormimos de nuevo. Andrea abrazando mi pecho y yo besando su frente.

lunes, 11 de marzo de 2013

Bestia


Siempre vuelvo a ti,
A tus cavernas malolientes,
A tus bajos deseos,
Tus impúdicas letras.

Tengo ganas de que me azotes,
Con tu lengua y con tu recuerdo,
Que me quieras en la noche,
Como me quisiste al amanecer.

Y regreso,
Con mi objetivo en la mira,
Con la sal en la herida
Y con la idea de no volver.

Me miento en tus brazos,
En tu carne maltrecha,
En los horrores que tus fauces
Saben gesticular bien.

Bienvenida la desdicha,
Las danzas y los circos,
He aquí tu carne de cañón
Mofa del destino, placenta del dolor.

(BoteDeBasura, 20/02/2013)

El Coatlicue frustrado y el Topaz


“-Hola, mi nombre es Juan y estoy cansado de mí mismo.-
-¡HOLA JUAN!-”

Pfff la condescendencia se me da perfectita.
Mi cabeza da vueltas por toda la habitación y siento venir ese fuego helado por mi columna. Tiempo estimado: 25 segundos.
Creo en el Espíritu Santo, creo en Satanás, creo en las personas. Creo en todo lo que no debe creer uno. Creo en las expectativas, creo en las desilusiones y creo en ti.
No hay pastillas para dormir que puedan atarme a la cama, al confort de un respaldo, y sí, siempre estoy cayendo.
20 segundos para el impacto.
Tengo una botella de vodka, una caja de cigarrillos, un encendedor, un banquillo de madera que me regalo mi madre y una soga que cuelga desde el punto más alto de mi habitación. Tengo un compromiso con la muerte y una deuda con la vida. Tengo todas las de perder y aún más las de ganar. No se puede razonar conmigo.
15 segundos para el impacto.
Mi teléfono me grita que nadie va a hablar, al parecer es más cómodo hablar con un muerto que con un vivo: no hay silencios embarazosos, no hay necesidad de responder estupideces, no hay que edificar una conversación de un simple: “Esta bien raro el clima ¿verdad?”
10 segundos para el impacto.
Al unísono y entre risas, las voces de mis inquilinos mentales me persuaden  a colgarme del cuello y desechar el banquillo de caoba. No estoy triste, estoy deprimido. Hay una diferencia.
5 segundos para el impacto.
Súbitamente tengo la necesidad de recoger mi cuarto, ¿Qué pensarán los forenses cuando lleguen y vean el cuchitril donde vivo? ¿Qué le dirán a mamá? La vergüenza que ella pasaría. Sí, vergüenza, no dolor. No es que mi madre no me quiera, las madres poseen un “poder” especial de ver lo malo en lo bueno y ver lo peor en lo malo. Gracias madres, por contribuir a un mundo más mierda de lo que ya es. Un simple “gracias” hubiera sido suficiente. En esta breve calidad de juez, tengo que castigar a quien pueda ahora. Ya llevó alrededor de mil sentenciados, a unos ni siquiera los conozco.
2 segundos para el impacto.
Suena mi teléfono móvil. El “Hostil” está en la otra línea.
-¿Vamos al Topaz?- me pregunta.
-Ammm… estoy ocupado- claro, claro.
-¿Haciendo que?-
-Me voy a suicidar- nunca había sido más serio en mi vida, bueno quizás cuando le digo a ella que la quiero y tengo ganas de sus besos. Pero estoy desvariando. Regresemos.
-¡JAJAJAJAJAJAJÁ! Ya no seas mamón y sal pendejo- su burla me agrada
-Ya voy- triste mi voz y mi paso. Y yo que me creía muy pinche Coatlicue.
Secuencia de autodestrucción desactivada.
Una hora y media después estamos bebiendo “Hostil”, su novia y yo, en un bar lleno de personas que solventan sus gastos a expensas de sus padres ricachones que a su vez sufren de ínfulas de superioridad.
Nos encontramos a un metro y medio de distancia de un sujeto que habla de sus profesores y que cita ardua y detalladamente los artículos de la Constitución de nuestro amado y ultrajado país. NO tengo ganas de golpearlo y desaparecerlo. No tengo ganas eh.
-¿Hostil?- tengo que gritar, la música house suena hasta en mi estómago.
-¿Qué pedo?- deja de besar a su novia para contestar y me siento incómodo, no había reparado en su beso.
-Necesito de tu wifi- miró mi móvil y sólo mi móvil.
-Activando wifi- su interpretación de ordenador inteligente me hace sonreír.
-Gracias- sólo eso.
Recuperan su momento de las cenizas y prosiguen con un beso que me da envidia.
Termino mi diligencia cibernauta y continuo tomando cerveza obscura.
El pedante a mi izquierda sigue hablando de artículos, ya no me molesta tanto. Me imagino golpeándolo con una vara de hierro humeante a hasta su muerte. Todo normal si me preguntan.
Así prolongamos la noche hasta las 2 am. Hostil me dice que tomarán un rumbo diferente al mío. Me encuentro bien con eso, tiene que acompañarla a su casa. Me han hecho pasar un buen rato.
-La última cerveza “Pacífico” y nos vamos- digo en voz alta aunque la verdad es que quisiera quedarme y tomar hasta que mi conciencia se vuelva en un cero a la izquierda.
No dejo de pensar en ella y la novia de Hostil me regaña, no sé si lo merezco pero lo hace de igual manera. Lo merezco, por si quería saber. Igual y no pero es mi historia y no la de ustedes.
Se vacía el lugar y ya no hay espacio para nosotros tampoco. Caminamos hasta el taxi que nos llevará a casa, sólo que no es así. Hostil y su novia detienen el taxi y descienden de él.
-¿Estarás bien? – me pregunta Hostil.
-Claro, váyanse con cuidado- la novia de hostil me regala una sonrisa y sacude mi cabello como si yo fuese un chabal. Me agrada mi cuñada. Hostil es mi hermano de otra madre. Así me gusta pensarlo.
Platico con el taxista y de pronto recibo una llamada de Hostil.
-¿Juan?-
-¿Qué pasó?-
-El taxi no llevaba taxímetro, dile que te cobre 80 pesos, que no se pase de verga-
-Ok, no te preocupes- su preocupación es casi inmediata.
El taxista balbucea algo del taxímetro y del trabajo. Me río con él, aunque no tengo idea de lo que dijo. El constructo social nos dicta que si no escuchas bien lo que alguien dice, nuestra reacción idónea e impulsiva es reír y afirmar con la cabeza. Relaciones interpersonales para dummies. O imbéciles. Sé tu propio inquisidor o inquisidora.
Llego a casa y pago 90 pesos. Me cayó bien el taxista. Tenía buena plática.
Abro la puerta de la casa de mamá y me dirijo a dormir.
Ella sigue en mi cabeza.
Quizá mañana cambie.
Lo dudo.
Pero al menos hoy tomé y eso alivia un poco el alma. Aunque no la calentura.
Siempre habrá agua fría en la regadera.

(BoteDeBasura, 06/03/2013)

Carnes


-¡Tsss!- se encendió el cerillo, el fuego distorsiona todo a su alrededor. Me llevo el cigarro a la boca y mantengo mi distancia de la flama, el calor no me promete absolutamente nada.

El ambiente se tensa cuando te sientas frente a mí presumiendo tu vestido entallado y las figuras de tus carnes.

No dices palabra pero tu mirada es tan expresiva que no necesitas hacerlo, te desentiendes a propósito para tentar mi reacción, no la hay… al menos no que yo pueda evidenciar.

Ahora la cena.

Terminas tu bistec, la copa de vino y pides un par más, no te culpo ni te juzgo, mejor aún, te acompaño. La noche es larga y el camino a casa lo es más.

Trivialidades adornan la charla, me preguntas del trabajo aunque no quieres saberlo, te contesto aunque no quiero hacerlo y así llegamos a la cama, nos desvestimos sin pasión, nos besamos sin apuro y fornicamos sin deseo.

Nos veremos de nuevo en la mañana para seguir queriéndonos sin querernos.

Al día siguiente, te levantas de la cama y, no te digo, pero te ves radiante, hermosa, estas totalmente desnuda y tu cuerpo es un signo de exclamación al final de una oración estimulante… te deseo aquí y ahora. De nuevo, no te digo pero lo pienso.

Me encanta cuando te vistes, me embelesa el arte con el cual lo haces, la danza de tus caderas al subirte las bragas, el arco en tu espalda cuando te pones la blusa, el sutil tacto de tus piernas con la mezclilla, etcétera; ahora la ritualidad del maquillaje.

Siempre vistes un maquillaje tenue, te he dicho que no lo necesitas. Realmente no lo necesitas.

No recuerdo cuando deje de amarte ni te podría decir como sucedió, creo saber que tu tampoco. Fue un error y me arrepiento. ¿Tú?

Te vas a trabajar y yo me quedo.

Te espero. No me preguntes porque.

(BoteDeBasura, 20/05/2012)

La tentación perpetua


En momentos como éste
Los cuerpos deformes bailan,
Todos ellos en los rincones de mi alcoba
Fornican como bestias.

No son miedos ni horrores
Son espejos y bellos,
Son mis rituales paganos
A la araña que gime sobre mi cabeza.

Me miran al anochecer
Se esconden bajo mi manto al alba,
Me quieren como los quiero
Me duelen como les duelo.

En momentos como éste
Se bañan en sus flujos venéreos,
Mis ojos se cierran
Para ver más de lo que puedo ver.

Son furiosos y vanidosos
Sodoma y sacrosantos,
Los tufos de sus roces
Hieden a  amor y verdad.

En momentos como éste
Yo soy yo,
Soy yo y ellos también.

(BoteDeBasura, 23/02/2013)