Me encuentro solo y con la necesidad de un trago.
Me encuentro borracho y con la necesidad de una mujer.
…
-Me llamo Andrea- realmente no me importaba su nombre.
-Sube al carro- le respondí, manejé hasta que su habladuría cesó, la banalidad
de su plática era tan agonizante como los sentimientos de vacío, incertidumbre
y asco que se pavoneaban por mi estómago.
Al entrar al cuarto del motel elogió los espejos en la pared y en el
techo, se revolcó en la cama y miró la interminable lista de canciones en mi
celular. La música siempre es fiel compañera de cuarto.
-¿Eres músico?- volví la mirada hacia ella. La foto de mi
guitarra Gibson Les Paul en color negro y yo servimos de pantalla. -¿Eres
puta?- no, no lo dije, lo pensé. Dicen que no hay peor ciego que el que se
rehúsa a ver, pero no estoy en posición de juzgar, no hoy.
-Andrea, hoy te llamarás como yo quiera llamarte, no hay
nadie más que yo en esta habitación y tú eres el fantasma de todo lo que tuve y
perdí-. Sus ojos me voltearon a ver, asustados y, sin embargo, su cara tenía un
semblante de empatía, comprensión. -Pobre imbécil- ha de haber pensado, no la
culpo, en su lugar yo también lo hubiera hecho.
-Dolores- dije y me mira como si fuera un extraño tan
familiar, desconozco si por la inmensa carga del nombre o por desconcierto inesperado,
pero me miró de una manera diferente, una mirada cansada.
-¿Dolores?-
-Sí, Dolores… ese es tu nombre, así he decidido
bautizarte- me muestro autoritario y permisivo a la vez, como un capitán que
gira el timón pero desea que sea el viento el que lo lleve a su destino; creo
que no se le puede ganar al mar y mucho menos a la mujer.
-¡Dolores!- lo grita, se ríe y me seduce… maldito sabor a
vodka que desprenden sus labios carmín, más rojos que el fuego que propone, más
peligroso que el juego que dispone, está de más hablar de su cuerpo entallado
en ese vestido rosa.
… una figura que promete redención, una sombra en la
pared es todo lo que busco.
-No te preocupes, es más normal de lo que crees… ¿es tu
primera vez con una cortesana?- ¿cortesana? una cortesana es más que una puta,
es una amistad comprada, ella no sería cortesana ni en la edad media, cuando
las putas se vestían de nobles para causar una impresión efímera entre los
caballeros galantes; es su tipo de mujer la que se escurría por debajo de la
mesa real a media mañana solo para enterrar el glande de su predilecto en el
paladar… de nuevo no lo dije, lo pensé. Quizás ese es el problema: no digo,
solo pienso. Pero no pagué para dar cátedra de la sucia historia de nuestro
pasado, pagué para satisfacer la necesidad primitiva e inherente al ser humano,
de fornicar. Fornicar sin amor, fornicar sólo porque se puede, fornicar por
gusto, fornicar porque sí. Pero no pude.
-Lo siento, aquí tienes tu dinero. Vete y déjame en paz-
pero no se fue, había algo que la retenía a mí. La culpa de no ser tan
exuberante como ella pensaba que yo quisiera, culpa de no ser tan obscena como
lo puede ser, culpa de verme tan quebrantado por una cópula a la que tenía el
derecho de gozar, no sé.
Su figura era capaz de escaldar la lengua de cualquier
libertino, me atrevería a decir que el santo Marqués de Sad, como uno de los
catadores más fructíferos del sexo femenino, jamás se atrevería a mancillar a
esta joven.
La inocencia de sus ojos me remite a al pasado.
-¿Quién era ella? ya sabes, Dolores-
-No hay una Dolores y ella era nada-
El silencio taladraba las paredes de la habitación, el
techo se nos caía encima y apenas eran las 23:42.
-¿No preferirías irte?- le pregunté de manera torpe.
-No- replicó. No fue un “no” impetuoso, tampoco un “no”
quebradizo, fue solo un “no”. -Dame un segundo, no te vayas ¿sí?- y se fue, me
dejó solo, pensativo, perpetuando los celos de tenerla y no tenerla. Ahora me
doy cuenta que la quiero, no tengo más de 2 horas con ella y la quiero, la
quiero toda, la quiero en la cama y fuera de ella, la quiero con ropa o sin
ropa, la quiero en la mañana y en la noche (en las tardes solo quiero alcohol y
tabaco y el encierro y la foto de Dolores y José Alfredo y más tabaco y más
alcohol…).
Veinte minutos después regresa y se disculpa en balde, no
me ha ofendido sino lo contrario, me ha regalado tiempo, tiempo para complicar
las cosas. Bendita sea su razón, ha traído cigarros, cervezas y un par de
chocolates.
Ha llegado cantando, lo cual me devuelve una sonrisa que
pensé había perdido.
“-Yo soy como el chile verde, llorona,
picoso pero sabroso…-“
Su voz es increíble, un paseo entre las nubes turbulentas
de un sueño etéreo, directo hacia el cielo… infierno de nosotros los impuros. Y
sigue:
-“Si porque te quiero, quieres llorona,
quieres que te quiera más,
si ya te he dado la vida, llorona
¿qué más quieres?
¡quieres más!”
Abre una cerveza, me da una y se recuesta en la cama,
lleva mi camisa blanca, su ropa interior y anda descalza; sus piernas danzan
con el cubrecama, su cabeza queda ligeramente en una posición vertical, el
cabello negro recae en sus hombros y dejan ver la piel de su cuello, se me
antoja lamerlo hasta irritarlo. Yo estoy sentado frente a ella, al lado
izquierdo del diván de madera que soporta la televisión.
En la televisión hay un comercial de fragancias
veraniegas para el hogar, fragancias para esconder la pestilencia a podredumbre
que despide la raza humana cuando es sedentaria. El jardín de la casa se ve
bonito.
-¡Quiero un jardín
igual a ese! con muchas flores y un perro y mis hijos, dos niñas y un niño:
Leo, Susi y Dolores.- ¿Recuerdan la risa pícara que le lanza una colegiala a su
profesor de Ciencias Sociales al momento de regresar el examen totalmente en
blanco? esa es la mirada que disparó al momento de decir Dolores, precedida por
una pausa por supuesto.
Continúa.
-Un marido no tan bien parecido pero con muchas ganas de
coger, mmm… quiero ser una ama de casas ejemplar, llevar a Leo a su práctica de
soccer para que los viejos me volteen a ver y se muerdan los labios jajaja,
quiero que mi esposo llegue del trabajo y pueda oler la cena desde el porche,
quiero enseñar a mi hijas a maquillarse para su baile de graduación, quiero…-
-Quieres muchas cosas- interrumpí -¿por qué quieres todo
eso?-
-Eso es lo que se supone que debemos de querer ¿no?-
-Si quieres ser conformista, adelante.-
-Tú, ¿qué quieres?-
-Sólo quiero tomar hasta quedar dormido.-
-Y eso no es conformismo.- afirma en tono sarcástico.
-No, no vivo a las expectativas de nadie, no persigo una
meta en mi vida, no necesito rendir cuentas a nadie, nadie espera nada de mí,
entonces ¿Cómo puedo ser conformista si soy un ente totalmente separado de la
sociedad?-
-Pero entonces, si no persigues meta alguna ¿acaso eso no
te hace conformista?-
-Eres conformista cuando no persigues metas o te resignas
a no seguir en la jodida empresa de perseguir lo que no vas a obtener, en eso
tienes razón, pero yo no persigo metas porque no las necesito.-
-¿Por qué no las necesitas?-
-Porque solo quiero tomar hasta quedar dormido.-
-¿Eso no es una meta?-
-No, es una realidad inevitable.-
-¡Ah! ¿Por qué mejor no cambiamos de tema? Ven aquí-
rebota la palma de su mano contra el cubrecama, exactamente a su lado derecho.
Sé que quieren que vaya hacia a ella, me siente a su lado
y le devuelva la sonrisa, pero no.
-Te estoy esperando- me dice. De repente, esa sensación
fría en mi columna.
-¿Ya te expliqué el hecho de que todos somos química?- la
cuestión no es ir hacia ella, sino evitarla a toda costa.
(Dolores…)
-¿Química?, ¿Cómo qué?-
-Sí, mira, todas las funciones de tu cuerpo están basadas
en simples reacciones químicas: cuando respiras, cuando comes, cuando la comida
se convierte en mierda, cuando llegas al éxtasis en el sexo, cuando no lo haces
y te frustras, cuando te enamoras, cuando te…-
-¿Escuchas eso?- su mirada se torna hacia la puerta.
-No- la sensación fría se vuelve caliente y espesa.
-Yo tampoco- es obvio que quiere terminar con mi
balbuceo.
Es estúpido, lo sé, pero su treta me hace reír. En parte
me recuerda mi niñez, cuando la estupidez más grande era el chiste de la semana
y no podía esperar para repetir tal acción frente a mis amigos una y otra vez.
-¿Cuántos años tienes?- me acerco a un tema demasiado
personal, para un puta es mejor recibir un balazo en la cien antes de responder
esa pregunta. Debemos entender, como personas ajenas a su estilo de vida, que
la pregunta involucra una angustia laboral, no quieren ser demasiado jóvenes
para ser ilegales ni tan viejas para ser obsoletas.
-¿Cuántos quieres que tenga? o mejor aún ¿Cuántos tiene
Dolores?- sabe que toca fibras sensibles, como si la pregunta misma cortara el
aire cual cuchilla hace lo propio con la garganta.
-34- literalmente me muerdo un huevo cuando le digo;
regresa esa sensación de frío.
-¿34?- maldita puta prejuiciosa.
-¿Cuántos años tienes tú?- la pregunta del millón de
dólares ahora no vale ni la flema de un moribundo.
-25-
-Ok. La conocí en el trabajo, estaba casada y tenía una
hija. Tuvimos nuestros momentos hasta que… -
-Lo siento-
-¿Por qué?-
-Murió, ¿no?- sabe reconocer el tiempo pasado del
presente, 10 puntos.
-Sí, murió- junto conmigo.
Detrás de una historia triste siempre hay un desfile de sentimientos
encontrados: el “qué bueno que me pasó” y el “qué mal que se terminó” no porque
así lo queramos, sino porque el ser humano es tan ambiguo que le parece
simpático tener que tropezar con los mismos sentimientos que juró dejar atrás
en la primera caída.
Eso era lo que me pasaba con Dolores, a pesar de terminar
con todas ganas de vivir y abrazar la idea de un suicidio sucio y vago, no
quería morir; no ahora, no teniendo a mi nueva Dolores entre los brazos, así como
la imaginé en ese momento cuando al momento de confesar que la original Dolores
había muerto junto conmigo, tomé de la mano a mi nueva compañera. Podemos
culpar a la cerveza y la nostalgia como cruel desertora de aquella mentalidad
que nublaba mi razón, y hablo en plural porque eres tan culpable tú, querido
lector, como yo de mi sufrimiento y abandono.
En fin, la tomé de la mano y juré quererla como si fuera
la Dolores de hace tiempo, como si hubiera rejuvenecido y convirtiese en esta
magnífica perla a punto de reventar su belleza inverisímil en esquirlas, todas
apuntando hacia mí.
Entonces es cuando me entran las ganas, ganas de poseerla
como si fuera la última mujer en el mundo, como si yo fuera su único Dios y
ella mi única Eva. Le prometí un ritual erótico, una danza grosera, irracional
por derecho, impulsiva y malcriada. De nuevo era la persona que ella conoció en
ese carro, esa persona fría e insensible. La ordenaba y ella se sometía a los
más bajos placeres del deseo carnal, protocolos arcaicos de la famosa “Pirámide
de necesidades básicas”.
Después de la tormenta viene la calma dicen los grandes
sabios. Yo digo que traten de calmarse con una fémina impura entres sus piernas
y veremos quien contrae los dedos del pie primero.
La nueva Dolores duerme, no quiere mi dinero sino mi
compañía; seguro se hubiera retirado sin follarme si no fuera así. De nuevo
traicionando la buena voluntad de mi soñadora.
Dolores: sexo eres y en sexo te convertirás… por los siglos
de los siglos profanos. Amén.
Me desperté por la mañana, creo que debí haber dormido un
par de horas. Nueva Dolores ha de haber despertado por lo menos unos 40 minutos
antes y de muy buen humor debo reconocer, me levantó el olor a hamburguesa con
queso y la destellante sonrisa de mi
mujer.
-¡Buenos días amor! ¿Cómo dormiste? ¿Descansaste? ¿Tienes
hambrita?-
-Buenos días, bien, algo y sí.-
-Ten, nada mejor que un buen desayuno motelero para
empezar el día jajaja; una hamburguesa con queso con jugo de naranja y vodka,
por aquello de las tendencias suicidas por ahí de las 10:30 am.-
-Jajaja, no se aceptan suicidios hasta después de las 18:00
horas, son políticas de la empresa… por así decirlo.-
-Mmm… 18:00 horas, ¿Horario de oficina? ¿No se supone que
una hora después de la salida todavía se considera “accidente laboral”?… Ay,
que estúpida, olvídalo ¿Cuando en tu vida has escuchado de suicidios
“accidentales”, verdad?-
-No eres estúpida… en el peor de los casos eres
oportunista y de las cabronas, que no es necesariamente un mal, al menos no uno
perjudicial, aunque suene a que te quiero contar las muelas.-
-Pues a mí se me hace que tengo cuatro, no suelo
contármelas jajaja.-
Así comimos, entre risas, miraditas y las caricias
innegablemente intencionales al alcanzar las papas fritas. Muy rico todo por
cierto. Aplausos, reverencias y ovación de pie para el chef del maravilloso y
distinguido motel 2 estrellas y una carita feliz en el que estábamos hospedados.
-Oye Carlitos… bueno Carlos ¿sabes cuál es la diferencia
entre una alcancía y un escote?-
-No, ¿cuál?-
-La alcancía te incita a ahorrar el dinero y el escote te
incita a gastártelo jajaja.-
Escupí el vodka en el piso y casi me ahogo de la risa, la
garganta me ardía como si la carcajada fuera una lija haciendo fricción con el
combustible del alcohol, pero valió la pena… no me esperaba ese chiste, aunque
ella fuera puta… quizás hablaba por experiencia lo cual me caía en más gracia.
-¿Sabes en que se parecen una alcancía y un culo?- le
pregunté
-No, dime- y me miraba con los ojos dilatados y una
sonrisa esperando a explotar.
-En que no importa cómo, qué tanto ni de quién pero el
dinero siempre pasa por la ranura.-
Lanzó una carcajada alborotada y me grita que me ama. La
amo también. Sí, en una jornada tan pequeña pero más reveladora de lo
imaginado, nos dimos cuenta que nos amamos, nos pertenecemos y correspondemos
el calor del uno por el otro. Nunca fue una historia de amor o al menos no
queríamos que así pareciera pero, aunque se ignore, el amor es un eslabón
fundamental de toda interacción humana. Sobre todo si esa persona es lo único
que te queda ¿ajá? Porque recuerda que yo ya no tenía nada cuando llegó este
torbellino a complicar mi vida ya maltrecha, y digo a complicarla porque eso es
el sentimiento del amor, por más noble y humilde que sea, es también un hijo de
puta… no puta de dinero por sexo en sus diversas y encantadoras modalidades,
no, puta de chinga tu madre quedito pero bonito y hasta muy pinche efectivo que
hasta le sobra energía para chingar a tu prójimo y al prójimo de éste; efectivo
de eficiente y no dinero vaya, con eso de que hablamos de putas, se puede
turbar el concepto.
Pero ya estoy divagando, el asunto era que estábamos tan
embobados en nuestro descubrimiento que hasta podíamos joder con nuestro futuro
sin miedo a hacerlo.
Esa es la resulta de meterte con una mujer como “Nueva”
Dolores… ¡NO! una mujer como Andrea. Ella, Andrea. Mi Andrea.
Tuvimos sexo y dormimos de nuevo. Andrea abrazando mi
pecho y yo besando su frente.